lunes, 13 de agosto de 2012

La sonrisa de un niño




Era sábado por la tarde y yo me alistaba para ir a trabajar, un mal humor puntual  y un dolor físico casual me acompañaban. Ofuscada y apurada caminaba de prisa porque llegaba tarde, mientras que la responsabilidad me empujaba hacía delante y la rutina hacía atrás.
De repente algo extraño me ocurrió cuando, por alguna razón que desconozco, en la plaza de mi barrio se encontraban reunidos un gran número de niños y padres, que jugaban y cantaban. Supongo que celebraban el día del niño.
La plaza colmada de vida, de juegos y cánticos de infancia, de gente feliz disfrutando de una tarde de sábado, fue como un cachetazo directo a mi malestar. Y sin darme cuenta me encontré con una sonrisa en el rostro, con una alegría que no era mía pero que era contagiosa.
Una alegría pura y genuina de un puñado de pequeños sabios que desparramaban vida y felicidad, que, al menos, en aquél instante no tenían otra preocupación más que divertirse.
Siempre supe que los niños tenían algo especial en la mirada y en la sonrisa. Tan solo nos cruzamos unos segundos, ellos ni se enteraron de presencia, y sin embargo alegraron mi tarde y cambiaron mi humor.
Hoy, algunos días de aquel momento, en un día gris y lluvioso comprendí que ese algo que había en la mirada y sonrisa de un niño no era otra cosa que magia y pureza. Magia de tener ese poder de cambiare el día o un momento y regalarte su alegría sin saberlo. Pureza porque no espera ni piden nada a cambio.

NP
Escrito el 7/8/12