Detuve mi mirada en ese espacio verde por un momento y sentí ganas de describir lo que estaba viendo.
Lo primero que observe fue una avispa que escarbaba en la tierra húmeda, buscando algo que trasladaba en su cuerpo. Se alejaba y regresaba nuevamente a repetir la búsqueda (no estoy segura si era la misma avispa o se alternaban en turnos con otras). Con sus patas traseras se elevaba de forma tal que quedaba de cabeza en la tierra y removía con sus patas delanteras.
A muy poca distancia de la avispa, caminaba un bicho cascarudo algo extraño, ya que parecía un rinoceronte en miniatura. A pesar de la escasa distancia entre ambos, cada uno cumplía con su labor sin percatarse de la presencia del otro; ni siquiera de la mía.
Cuando pensaba en lo que acababa ver, en lo mágico de la naturaleza y de la creación de Dios, una mariposa de color naranja interrumpió mis pensamientos. Parecía que con su vuelo iba dando besos al suelo, lo más parecido a una piedra haciendo sapitos en el agua. Se acercó y cuando estuvo lo suficientemente cerca, se alejó volando hacía otro lugar.
Miré otra vez el pasto y una vez más la avispa escarbaba con rapidez. Un bicho peludo, parecido a un cien pies se esforzaba por llegar a algún lugar.
Esta vez mis pensamientos se pausaron cuando mi mamá se acercó para darme un rico mate. Y mientras terminaba de tomarlo dí gracias a Dios de estar viva un día más.
11/1/11
NP